Mi mejor cliente
El 2018 fue uno de los “mejores” años de mi vida. Al menos económicamente hablando.
Pese a que la situación en Venezuela estaba fea, había logrado tener trabajo constante como freelance, diseñando páginas web. Con la proyección de lo que ganaba pedí un préstamo y me mudé solo por primera vez, compré un carro, salía de fiesta y mantenía a mis abuelos.
Los proyectos llegaban con relativa constancia. Tenía un cliente fijo que me daba al menos 1 - 3 proyectos mensuales, aparte de los otros que salían gracias a páginas web gratis que había hecho en el pasado.
Me sentía como el rey del mundo: indestructible, inalcanzable, superior. Sentía que todo el esfuerzo pasado por fin estaba rindiendo frutos: todas las noches sin dormir, el riesgo de abandonar la universidad, la incertidumbre y la locura. Sentía que merecía lo bueno que me estaba sucediendo y no había nada que pudiese quitármelo.
Pero muchacho no es gente y si tiene dinero, menos.
Me hice adicto a esa sensación y empecé a descuidar mis finanzas, mis relaciones y mi ética laboral. Dejé de trabajar duro, me junté con personas que no aportaban nada solo por sentirme superior, gastaba como si el dinero fuese ilimitado y no le hacía caso a las personas que realmente me querían, especialmente a Algelis.
En mi estupidez, pensaba que cada propuesta mandada era un cliente seguro y me puse altanero con uno de mis clientes. Me despidió silenciosamente: ya no me enviaba proyectos o respondía mis mensajes. Solo hicieron falta un par de semanas para darme cuenta que no tenía tanto dinero como creía.
En ese momento descubrí Notion, y luego de hacer mi primera base de datos de Proyectos y un CRM sencillo, pude ver que había perdido el cliente que aportaba el 90% de mis ingresos.
Lo que vino después fue terrible: los precios en dólares empezaron a subir, mis ingresos bajaron sustancialmente y, más importante, la confianza que tenía en mi mismo y en mi criterio se rompió gravemente.
Cuando uno la caga, siempre tiene que asumir una actitud de aprendizaje, pero el golpe emocional queda. De repente ya no sabes si lo que estás pensando está bien o mal, si quién eres está bien o mal, reconstruir esa identidad lleva tiempo y el reloj de los gastos no para.
Finalmente tuvimos que regresar a casa de mis abuelos, derrotados, gracias a que yo pensé que era mejor que todo el mundo, especial, diferente e infalible. Resultó que solo soy un hombre, normal como cualquier otro.
Cuántos baños haces es un mes?
En uno de los momento de la carrera de Algelis, con un trabajo fijo, llegaban a un ritmo relativamente constante, otros proyectos que ella no quería perder, sobre todo baños (weird, i know). Estaba en la capacidad de hacerlos, pero no podía entregarlos en el tiempo que quería o en el que los clientes a veces requerían.
Para ese momento ya tenía cierto renombre en la escena constructora y arquitectónica local, había estado en varias obras, gerenciado proyectos y claro, siempre ha sido muy buena diseñando.
Algelis tiene una cualidad interesante y que es difícil de conseguir: para ella el dinero no es lo más importante. Siempre que el proyecto sea interesante, pueda hacerlo como ella quiere y el cliente no sea un completo imbécil (puede ser un poquito imbécil), el presupuesto puede ajustarse. Ha tenido claro siempre, además, que cada proyecto realizado le permite aumentar ligeramente el precio del siguiente, en otras palabras: que el valor que se percibe de sus servicios aumenta, cuanto más proyectos satisfactorios tenga bajo su brazo.
Es una verdad simple y evidente: no cobra lo mismo un profesional diseñando y construyendo desde hace 10 años, a un recién graduado.
Volviendo al cuento.
Algelis decidió buscar a alguien que la ayudara con los proyectos adicionales, para poder dar respuestas más rápidas y por ende, crecer más rápido. Era una idea que ella había intentado antes con otras personas, pero siempre pasaba algo. En ese momento pensaba que el problema era que siempre había intentado tener sociedades con compañeros o colegas que estaban más o menos a su nivel, y como a los arquitectos les puede faltar cualquier cosa, menos arrogancia, nunca querían que otro fuese el principal, menos una mujer.
Luego de preguntar por aquí y por allá, chatear con algunos candidatos, se reunió con una muchacha de la que no recuerdo el nombre, así que la llamaremos Patricia. Algelis le hizo una oferta que estaba muy bien para un estudiante de 5to semestre: $50 semanales, trabajas en tu tiempo con entregas semanales y te puedo meter a trabajar en mi obra si quieres más dinero. Eso sin contar la oportunidad de aprender de una de las mejores.
Patricia no aceptó de inmediato, le pidió unos días para pensarlo. Ya la cosa iba oliendo mal.
Al par de días se volvieron a reunir y Patricia le dijo algo como lo siguiente:
-"Estuve averiguando y preguntando, y me dijeron que por un baño se cobran entre $500 y $1500 por el diseño, así que no puedo aceptar nada menos de $500 mensuales por mi trabajo"
El shock de Algelis era difícil de esconder, no solo porque ella no estaba cobrando ni siquiera el monto más bajo que ella planteó, con su experiencia y trayectoria, sino por la osadía.
Algelis siendo tan elegante, le pregunta:
-"Tu dices que eso es lo que cobran por ahí, pero cuántos baños haces TÚ al mes?"
La respuesta era obvia: cero. Pero admitirlo significaría destruir la fantasía laboral que tenía y que la novela de graduarse y vivir una vida de ensueño, era falsa, y por eso no lo hizo. Simplemente dejó de responder.
Al par de semanas, y viendo que los baños seguían sin llegar, Patricia le escribió a Algelis para "aceptar" la oferta laboral inicial, pero esa puerta ya se había cerrado con seguro. Igual que se cerró la puerta con mi cliente más valioso.
El que no sabe, no sabe
La soberbia es posiblemente el vicio con el que más he luchado durante toda mi vida. Puedo escuchar la voz de mi mamá en mi cabeza diciéndome que tengo que tener cuidado con ella.
Es fácil, especialmente cuando estás inclinado hacía la intelectualidad, creer que sabes, pero en realidad no sabes. No sabes todo de un tema, no sabes todo de una persona, no sabes todo ni siquiera de una situación específica, y es sobre esa verdad, que uno puede construir cierta humildad.
Para mi la humildad significa poder pensar que, quizás, no tengo la razón, quizás estoy equivocado o quizás hay algo importante sobre lo que estoy pensando que no sé y que ni siquiera me puedo imaginar.
Porque lo que uno no piensa sobre la ignorancia, es que no conocer algo literalmente significa que ni siquiera te lo imaginas. Es un misterio absoluto, completo. No puedes ni siquiera concebirlo en tu mente y eso da miedo.
Entonces te encuentras siempre en una posición incómoda: por un lado no quieres asumir siempre que tienes la razón y cometer errores cruciales por la soberbia, y por el otro si eres demasiado temeroso de cometer errores o del futuro terminas por no hacer nada nunca.
Es por eso que la única manera en la que creo que uno puede pisar firme hacia adelante es asumiendo, al menos a primera mano, que el futuro será mejor. Es asumiendo una postura optimista hacia el futuro. Pero, y es un gran pero, hay que estar preparado para que sea peor.
Estar preparado para que sea peor no es asumir que vas a fallar, sino que como no eres todopoderoso, tienes que ajustar los planes, ver que de que forma puedes mejorar. Ser optimista entonces no es solo asumir que tus planes, proyectos o intenciones saldrán bien, sino que tienes que hacer que suceda, y eso significa estar constantemente ajustando y cuestionando.
Eso además permite que, si uno falla, no tenga un breakdown total sobre la percepción de si mismo, sino que tiene una vía clara para continuar el crecimiento y los cambios necesarios.
Evitar la soberbia, pensar en más posibilidades, lo que permite es que uno amplíe su espectro de visión. Cuando uno es soberbio o está segado por las emociones, es como que solo puedes ver una o dos cosas, y si resultan no ser verdad (fácil que sea así) entonces todo tu mundo, que son solo esa única o dos posibilidades, se viene abajo por completo.
Pero cuando uno trata de pensar en más posibilidades, sobre todo en las que uno puede influir directamente, entonces el espectro se amplía y las tragedias ya no ocurren, ahora son todas posibilidades de crecer y mejorar.
Me recuerda al concepto de Antifragil, del que hablaremos en otra ocasión.
Por ahora, siempre es bueno preguntarse: estoy mandando pal coño a mi mejor cliente? Cuántos baños hice el mes pasado? Y bajarle 2 al ego.
Buenísimo texto Salomón. ¡Abrazo!