Hace poco fui a un curso de Facebook Ads patrocinado por una de las agencias de marketing con la que colaboro. El marketing y yo no somos muy buenos amigos, y específicamente, soy archienemigo de Facebook y todo lo que representa actualmente.
Aún así fui porque cerrarme al conocimiento, solo porque es algo que "no me parece útil", es una forma tonta de pensar. Uno tiene que aprender hasta de las cosas a las que se opone, es como leer El Capital de Karl Marx, para poder criticarlo correctamente.
Aprendí varias cosas interesantes sobre Facebook Ads y marketing en general, pero lo más relevante fue darme cuenta de que muchas personas que enseñan, no lo hacen porque quieran aportar valor o tengan un valor que aportar a los demás, sino porque quieren dinero y ya.
Hay dos tipos de consultores: el que aconseja desde sus años de experiencia obteniendo resultados, creando cosas y poniendo el pellejo en el juego y el que no ha hecho nada o ha hecho poco, pero sabe bastante teoría y tiene el don de la palabra.
El consultor del que hablaré aquí es el segundo, el consultor que es experto en aconsejar, no el que es experto en algo y por eso aconseja.
A menos que te quedes el tiempo suficiente como para hacerte responsable de tus decisiones y consejos, ser un consultor es ser un parásito. Pero si quisieras hacerte responsable, para que hacerte consultor en primer lugar? En vez de crear algo por ti mismo, en sociedad o como parte de un equipo.
Lo que he observado hasta ahora es que ser consultor no se trata de crear cosas, de solucionar problemas a los clientes o a los clientes de los clientes, es simplemente hacer dinero hablando guevonadas, dando consejo aunque no tengas la experticia para darlos.
Esto es fácilmente comprobable con la mayoría de consultores de marketing: en el momento en que un cliente quiere que le asegures resultados, empieza a hacer demasiadas preguntas o se pone desafiante, lo desechan.
"Ese no es mi cliente ideal".
Recuerdo un espacio en el que expositor del curso preguntó a todos: "Quién es tu cliente ideal?". Varios respondieron, en palabras diferentes: "Un cliente que haga lo que digo y ya".
Quieres un cliente o quieres un esclavo que te de dinero?
Los buenos clientes representan "un dolor de culo" porque son exigentes y quieren construir. Porque para hacer algo bien hecho tienes que poner el pellejo en juego, tienes que estar dispuesto a equivocarte, tienes QUE SABER DE QUE COÑO ESTÁS HABLANDO y hacerte responsable por tus errores, tu falta de conocimiento, tu incompetencia o tu incapacidad.
Pero claro, es mejor "cuidar mi salud mental", que es una forma moderada de decir que son unos malditos cobardes, que tienen miedo de asumir retos grandes, retos que podrían fallar y retos donde no podrán decir: "Eso no fue mi culpa".
Esa es la actitud principal que separa a consultores y creadores. Los consultores le huyen a la responsabilidad, mientras que los creadores la buscan.
Los creadores quieren estar más entrometidos en el proceso, quieren más poder y agencia para hacer las cosas, quieren explicar lo que se va a hacer y quieren asegurarse, tanto como puedan, que el cliente obtendrá el resultado que espera o al menos el sistema que se le prometió.
Entiendo que de verdad hay clientes con los que no se puede trabajar, pero si tu rotación de clientes es demasiado alta, probablemente el problema eres tú.
He sido un creador?
Esto despierta un par de preguntas interesantes para mi mismo: me he hecho responsable en el pasado de mis errores con los clientes? Y pensando en el futuro, estoy dispuesto a hacerme responsable de mis errores con mis clientes?
Créeme cuando te digo que no soy perfecto. He cometido muchísimos errores, he asegurado cosas que al final no resultaron, he dicho que puedo hacer cosas que realmente no pude hacer y he fallado a cualquier cantidad de tiempos de entrega.
Pero si de algo no soy culpable, es que mi actitud nunca ha sido: "Esto no es mi culpa", sino de: "Lo siento, la cagué, permíteme corregir mi error o mejorar esto".
Porque mi intención es quedarme con los clientes, incluso los que son un dolor de cabeza, todo lo que pueda. Porque decir que si a un proyecto/cliente no se trata solo de dinero, sino de hacer algo que me emocione, que sea atrevido, diferente, difícil e interesante.
Aunque pueda fallar, aunque la pueda cagar, aunque pueda retrasarme.
De tantas cosas que debo agradecer, es por tener los clientes que tengo hoy en día, que me confían sus locas ideas para hacerlas realidad y me empujan a hacer un trabajo cada vez mejor.
Lo que se pierde un consultor
Es precisamente esta sensación de agradecimiento y orgullo. Solo puedes experimentar esto, cuando te quedas el tiempo suficiente, cuando creas un vínculo con el cliente y el proyecto, cuando te importa el resultado o la creación de la que eres responsable.
Es el compromiso lo que trae el significado.
Los creadores se quedan hasta el final, siguen hasta conseguir el resultado, no se rinden.
Ser consultor es muy conveniente, pero también es como estar a la deriva constantemente, y ese vacío existencial lleno de incompetencia e inseguridades que da brincar de aquí para allá como si fueses una puta, prefiero evitarlo aunque no tenga la cantidad absurda de dinero que genera esa gente.
Cuánto estás dispuesto a hacer por dinero? Cuánto de ti estás dispuesto a perder? Sé cual es la respuesta para mi, y espero que tu, mi querido amigo, no decidas vender tu alma al diablo por unas cuantas monedas de oro.
Claro que la consultoría no es el problema central, sino la actitud que suelen tener los consultores.
Conozco consultores que son increíbles, por ejemplo mis amigos de Espabilate, son costosos pero básicamente te dicen: "Vamos a la guerra contigo y te vamos a decir hasta lo que no quieres escuchar". Son excelentes y no te prometerán nunca nada que no puedan cumplir. Creo que su éxito ha sido, precisamente, porque hacen una clase de consultoría que es muy poco común.
Esto plantea preguntas interesantes sobre la educación: no es la educación tradicional simplemente una forma de consultoría? Un profesor no se queda lo suficiente ni se hace responsable de tu éxito, y a veces no son ni expertos en la materia que dan, solo regurgitan lo que está en los libros.
Cuánto deberías saber para poder aconsejar o enseñar a otros? Cuándo está bien presentarse como un experto? Quizás el síndrome del impostor es un mecanismo necesario para filtrar los que no están lo suficientemente seguros de sí mismos y su trabajo como para enseñarlo?
Todas ideas que exploraremos luego. Por ahora, quédate con esto:
Si puedes crear algo, es mejor crearlo que aconsejar o enseñar a crearlo.
Casi siempre es mejor ser el hombre en la arena, poner el pellejo en el juego.